domingo, 25 de septiembre de 2011

LLERENA EN 1811

Desastres de la Guerra (Goya)



(Art. publicado en la Revista de Llerena, 2011)

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Enlazando con los artículos ya publicados en las tres últimas entregas de esta revista (“Llerena en 1808”, “Llerena en 1809” y “Llerena en 1810”), se aborda en esta ocasión los sucesos acaecidos en la ciudad durante 1811. Se insiste en la ausencia de documentos relativos a la Guerra de la Independencia en los expoliados archivos llerenenses (1) , por lo que nuevamente hemos de apoyarnos para documentar este estudio en datos recogidos en los archivos municipales de tres de los pueblos del entonces partido de Llerena (Guadalcanal, Valencia de las Torres y Valverde de Llerena), en determinados documentos del AHN y entresacando datos de la numerosa bibliografía que sobre dicho evento ya se ha publicado de forma global.
Antes de adentrarnos en 1811, resumimos lo ya relatado sobre lo acontecido en Llerena entre el 2 de Mayo de 1808 y finales de1810:
- En primer lugar, recordamos que en esta ciudad, como cabecera de un extenso partido, se había constituido una Junta Patriótica a primeros de Junio de 1808, con facultades políticas y administrativas en la misma y en los 45 pueblos del partido que encabezaba.
- Que la citada Junta Patriótica (constituida mayoritariamente por miembros del clero, de la inquisición y de las familias llerenenses más poderosas) se encontró con la declarada enemistad, enfrentamiento por asuntos de competencia y, en ocasiones, la rebeldía del gobernador de turno (primero Camborda y después Muñoz Santiago), su alcalde mayor (Amat) y la de la práctica totalidad de los regidores perpetuos llerenenses, encabezados por Matías Cebrián.
- Ya a principios de 1810, estos desencuentros hemos de centrarlos muy especialmente en el pulso que mantuvieron el inquisidor Riesco (2) , como presidente de la Junta Patriótica de Llerena, y el gobernador Muñoz Santiago, quitándole el primero al segundo el patronazgo y los derechos pecuniarios inherentes a la obra pía instituida por el capitán Fernández Barba a finales del XVII (3) .
- Hasta la primavera de 1810 los llerenenses sólo habían conocido y sufrido los efectos indirectos de la guerra (reclutamiento de soldados, impuestos extraordinarios, petición de avituallamientos para la tropa…), pero a partir de esta fecha la presencia francesa en la zona fue frecuente, aunque su principal objetivo no era Llerena sino la ocupación de Badajoz, plaza que no consiguieron hasta Marzo de 1811.
- Por ello, durante una buena parte de 1810 las comarcas sureñas de la actual provincia de Badajoz representaba una especie de corredor para la columna móvil francesa del 5º cuerpo del ejército del mediodía, en su continuo desplazamiento entre Sevilla y Badajoz, deteniéndose en los pueblos de la ruta para repostar y avituallarse.
- Respecto a la situación particular Llerena y pueblos de su entorno, entre Mayo y Septiembre de 1810 la mayor parte del tiempo la zona estuvo controlada por los franceses, que intencionadamente permanecieron por aquí para aprovechar la época veraniega y hacer acopio de cereales y paja. No obstante, con frecuencia eran incomodados por efectivos de los aliados (ingleses, portugueses y españoles), generalmente en determinadas escaramuzas y emboscadas, salvo en las importantes batallas de Cantalgallo (4) y Fuente de Cantos (5) , de las que ya dimos puntual información.
- Más adelante, desde primeros de Octubre y hasta final de 1810, la ciudad y la práctica totalidad de los pueblos de su partido quedaron nuevamente bajo el control y la administración española, pues los gabachos tenían otras prioridades por distintos puntos de la Península.

Pero la relativa tranquilidad que afectó a Llerena y al resto de los pueblos de su entorno durante el otoño de 1810 cambió bruscamente al iniciarse 1811, siguiendo la estrategia diseñada por el mariscal Soult, que él mismo relató en sus memorias recientemente traducidas y publicadas en España (6) . En efecto, controlada la situación en Sevilla y en el resto de Andalucía, desde esta ciudad Soult preparó durante Diciembre de 1810 el definitivo asalto a Badajoz, ciudad estratégica para sus aspiraciones en Portugal. Para ello era imprescindible transportar, además de hombres y armamentos, suficientes aprovisionamientos desde Andalucía, pues, como Soult también recogió en sus memorias, “Extremadura estaba a finales de 1810 exhausta y sin recursos y víveres”, tras el continuo expolio que había padecido durante las campañas de 1810.
Desde la ciudad hispalense, el último día de Diciembre inició Soult la incursión en tierras extremeñas con dos objetivos: tomar definitivamente la ciudad fortificada de Badajoz y atraerse a parte de los efectivos españoles que en la línea defensiva de Torres Vedrás contenían a la fuerzas de Massena en su intento de apoderarse de Lisboa (7) . Pero la coordinación y el movimiento de tan grueso ejército y aprovisionamientos (8) no resultó una tarea fácil, debiendo enfrentarse a la orografía adversa, a las lluvias invernales que le acompañaron en el trayecto y también a cierta resistencia por parte de la división del general Ballesteros, que les incordió entre Cala, Calera y Monesterio.
La incursión se llevó a cabo en dos columnas, que deberían encontrarse en Almendralejo. La de la izquierda, que llevaba consigo las piezas de artillería entró por Monesterio, pasando a Fuente de Cantos, Zafra y Almendralejo, mientras que la de la derecha siguió la ruta de Cantillana, Cazalla, Guadalcanal y Llerena, alcanzando Usagre ya el día 3 de Enero, cuando la columna de la izquierda aún se desplegaba con dificultad entre Cala y Monesterio (9) .
Después de asediar y tomar Olivenza, por fin el 11 de Marzo de 1811 consiguieron apoderarse de Badajoz, tras la polémica rendición de la exhausta ciudad, paradigma de la resistencia española, con cuya capitulación quedaba facilitada la campaña francesa en Portugal y el control de Extremadura. Así debió entenderlo Soult, que dos días después, una vez que consideró suficientemente defendida la plaza pacense ante el posible acoso de los aliados, volvió a Andalucía para hacer frente al problema de Cádiz. En su retorno, dejó a Latour-Maubourg instalado en Llerena, donde quedó emplazado el cuartel general del 5º cuerpo del ejército del mediodía (10) , circunstancia que incomodaría extraordinariamente a nuestros antepasados, que sufrirían directamente la presión de los invasores, reclamándoles orden, obediencia, impuestos de guerra y avituallamientos. Como ya hemos considerado, no disponemos de documentos sobre este particular en nuestro Archivo Municipal, pero sí el testimonio de los guadalcanalenses, que en sus actas capitulares dejaron anotados los continuos requerimientos de dinero y provisiones por parte del comandante de la guarnición francesa establecida en dicha villa (11) .
Desde el punto de vista bélico, la estrategia de Latour-Mauboug durante Marzo de 1811, conociendo la inferioridad numérica de su ejército en el sur de Extremadura, consistió en mantener la defensa de Badajoz y esquivar a los aliados en el resto de su actual provincia, defendiendo como mínimo la posición de Llerena y, en caso extremo, con órdenes de no replegarse más al sur de Guadalcanal.
A partir de este momento, encontramos en las investigaciones de Alfonso Gutiérrez (12) la mejor referencia posible para conocer la situación de Llerena y su entorno. Según la documentación consultada por este autor, tras la toma de Badajoz por los franceses y el retorno de Soult a Andalucía, los aliados aumentaron su presencia en Extremadura, de tal manera que el general inglés Graham logró recuperar gran parte de la actual provincia de Badajoz, avanzando hasta Zafra y alcanzando Llerena el 19 de Marzo. Como respuesta, los franceses se replegaron en dirección a Guadalcanal, resistiendo allí a los aliados, como tenían previsto. La entrada de Graham en Llerena fue descrita por uno de los soldados ingleses en los siguientes términos:
Llovió toda la noche, así que por la mañana parecíamos más navegantes que soldados. La niebla nos impidió ver la ciudad, de tal modo que estábamos muy cerca antes de poder discernir la noble y elevada torre de la gran iglesia. No se veía un alma. Todo estaba tan callado como la muerte, a excepción de la gran campana que estaba llamando de sus sueños a los vagos monjes para sus oraciones matinales. Nos lanzamos sobre la ciudad enaltecidos por la idea de que sorprenderíamos en sus camas a los bribones comedores de ranas. Pero nos quedamos defraudados; no había ni un francés en la ciudad. No puedo decir si por casualidad o por información de nuestra llegada. Nos paramos en la plaza del mercado, y era irrisorio ver la sorpresa y alegría de la gente al ver la ciudad en posesión de los ingleses, ya que cuando se fueron a descansar estaban en otras manos. Nos trajeron vino, pan, queso y muchas cosas buenas, que fueron muy gratas para nuestros estómagos, ya que no teníamos nada que hacer (13) .

En efecto, como oportunamente relató el soldado inglés, los franceses, adelantándose a la estrategia inglesa, se replegaron hacia Guadalcanal, zona cuya orografía resultaba más acorde con su estrategia defensiva que la ofrecida por Llerena y su entorno, recuperando la ciudad una vez que Graham se retiró. Volvió este general nuevamente sobre Llerena en la noche del 25 al 26 de Marzo, replegándose otra vez los franceses a Guadalcanal, que recuperaron Llerena nuevamente pocos días después.
En Abril apareció por Extremadura al frente del 5º ejército aliado el general Castaño, entonces la máxima autoridad militar del ejército aliado en la zona izquierda, con la decidida intención de liberar la plaza pacense y recuperar al resto de su actual provincia. La caballería de vanguardia aliada estaba comandada por el bizarro conde Penne-Villemur (14) , valeroso soldado y excelente estratega que hostigó continuamente a la vanguardia francesa, atacándoles y persiguiéndoles sucesivamente en Villafranca, Zafra, Los Santos, Usagre, Llerena, Casas de Reina y Reina, limpiando la zona de franceses y dejando el 20 de Abril al enemigo nuevamente en Guadalcanal. Una semana después, desde Guadalcanal los franceses intentaron recuperar Llerena, no sólo por su significado histórico y administrativo sino porque en ella, en su precipitada huída, habían dejado gran cantidad de víveres y otros avituallamientos. Y fue este el momento en el que los antepasados de los usuales lectores de esta revista presenciaron un nuevo enfrentamiento bélico de importancia “ocupando el enemigo unas alturas a la vista de Casas de Reina, entre el camino real de Llerena y Reina a Guadalcanal”. En efecto, en esta posición pudo observar al enemigo el conde Penne-Villemur, a las 11 de la mañana del 28 de Abril, una vez que salió de Llerena a su encuentro comandando la caballería de vanguardia que tan brillantemente había actuado en enfrentamientos anteriores. Para la descripción de esta “acción” en las proximidades de Reina y Casas de Reina, disponemos del relato del mismísimo conde Penne-Villemur y del General Castaño (15) .
Por lo tanto, momentáneamente parecía declinarse la campaña de Extremadura en favor de los aliados, intuyéndose que en cualquier momento podrían recuperar la plaza de Badajoz. Ante tales perspectivas la noche del 9 al 10 de Mayo Soult retornó a Extremadura en auxilio del 5º cuerpo de su ejército, saliendo de Sevilla con un extraordinario contingente. En esta ocasión decidió utilizar el camino de Cantillana-Cazalla-Guadalcanal-Llerena, concertando previamente un encuentro en Fuente de Cantos con Latour y su ejército, así como con otros contingentes franceses procedentes de Andalucía Oriental. Al mismo tiempo, los aliados, ahora comandado por el general Beresford, se replegaron hacia Badajoz, enfrentándose en batalla abierta tan poderosos contendientes el día 16 en la Albuera, batalla que el propio Soult describe como “una de las más sangrientas, con tantas bajas por ambas partes que nadie podía darse por vencido o vencedor” (16)
Tras tan cruento enfrentamiento, ambos ejército, exhaustos, se dieron una tregua, emprendiendo una ordenada retirada: Beresford hacia el norte y Soult en dirección a Sevilla, dejando parte de la infantería en el cuartel general de Llerena, el hospital en Guadalcanal y la caballería más al norte, a modo de vanguardia para repeler cualquier reacción aliada, como así ocurrió el 24 de Mayo en Usagre (17) .
A estas altura de la guerra, Soult tenía asumido que era imprescindible mantener la posición de Llerena como “Puerta de Sierra Morena” y que, en cualquier caso, nunca debía perderse la posición de Guadalcanal, pues la experiencia había demostrado que ésta era la ruta más fácil de defender y mantener abierta para comunicar Sevilla con Badajoz, despreocupándose de los pasos por Monesterio, Calera, El Ronquillo y Cantillana, zonas de fácil emboscada (18) .
Tras la batalla de la Albuera, Soult permaneció en Llerena desde el 23 hasta el 31 de Mayo (19) que emprendió la vuelta a Sevilla, dejando ahora al conde Erlon al mando del 5º cuerpo de su ejército, con la finalidad de defender Extremadura, como así lo hizo durante el resto de 1811, siempre conservando la posición de Llerena y tomando las represalias que fuesen precisas para someter a la población. El testimonio que sigue demuestra este control, las represalias sobre la población, el espionaje que existía por parte de ambos bandos y el abandono por parte de los invasores de la ruta de Monasterio para comunicar Sevilla con Badajoz:
A esta hora, las diez de la mañana (25 de noviembre) llega de Llerena un espía que mandé explorar por aquellos puestos, e informa que en dicha ciudad habrá de 200 a 300 caballos e infantes, sin artillería, y que hay otro destacamento en Guadalcanal otro en Villagarcía y otro en Usagre (…), que en Bienvenida y Calzadilla van y vienen de Zafra y Llerena; que por el Arrecife hace tiempo no viene cosa alguna, porque sus convoyes de Sevilla lo dirigen por Llerena.
El mismo espía informa que en Llerena e inmediatos pueblos han publicado orden de que se presenten los dispersos dentro del término perentorio de que el que huya o no se presente será fusilado el padre o la madre o el pariente más próximo, que ya han arcabuceado a dieciocho.
Que por vista ocular y que es voz general, que el refuerzo que le vino será de dos a tres mil hombres y junto a los que había compondrán de seis a siete mil… (20)

Desde Sevilla, durante el segundo semestre de 1811 Soult se ocupó especialmente en la administración del territorio bajo su control, aplicando en Extremadura el mismo modelo que ya tenía impuesto en Andalucía (Doc. 1). Sobre este particular, en sus memorias se quejaba de que “la administración gubernamental nunca fue más que una incoherente combinación de desórdenes y abusos, provocando con frecuencia el descontento popular”. Admitía igualmente que “existía un cuerpo de administradores (afrancesados) sin administrados (que administrar) amarrados a las tropas francesas y sin instrucción y experiencia, siendo muchos de ellos auténticos conspiradores ocultos y otros odiados por sus convecinos y compatriotas”. En definitiva, un estorbo más que una ayuda. Solo, concluye Soult sobre este particular, “la administración municipal parecía funcionar”
Por ello, consolidada la posición francesa en la práctica totalidad del territorio extremeño, o en disposición de llevarla a efecto, en 1811 se presentó la ocasión de reorganizar definitivamente la administración del territorio ocupado. En realidad, la administración de Extremadura ya se había esbozado en Abril de 1810, cuando los invasores decidieron escindirla en dos provincias o prefecturas, de acuerdo con el Decreto de 17 de dicho mes y año, por el que el territorio español quedaba dividido en 38 prefecturas, con 111 subprefecturas (21) . En la demarcación territorial que más se identifica con la actual Comunidad Autonómica de Extremadura se diferenciaban dos prefecturas: el Departamento del Tajo, con capital en Cáceres, y el del Guadiana, con capital administrativa en Mérida. Esta última subdividida en tres subprefecturas, fijando sus cabeceras en Badajoz, Llerena y Mérida. Esta división, más teórica que práctica, poca influencia tuvo en el desarrollo de la guerra.
También durante 1810 los franceses ya habían tomado otras importantes decisiones para el gobierno de España, naturalmente siguiendo la Constitución de Bayona. Pero lo que les resultó más fácil, práctico e inmediato fue controlar la administración municipal, como relató Soult en sus memorias, especialmente por el papel tan importante que históricamente habían tenido los oficiales concejiles en la recaudación de impuestos, ahora desviados para la causa francesa y sus ejércitos imperiales. Para ello, el primer paso consistió en comprometer al vecindario y oficiales concejiles de los pueblos invadidos, haciéndoles jurar fidelidad a José I. Así ocurrió en Guadalcanal tras recibir una carta-orden del comisario regio en la provincia de Extremadura, D. Francisco de Therán (22) , por aquellas fechas residente en Zafra, ciudad que, estando Badajoz en una situación estratégica complicada, se había convertido en la capital administrativa de los invasores en el Sur de Extremadura. En dicha carta-orden se forzaba a los miembros del Ayuntamiento a convocar al vecindario en la Plaza Pública para que, juntos y congregados, presentaran juramento al Rey, José Bonaparte, siguiendo el siguiente ritual: “juramos fidelidad y obediencia al Rey, a la constitución (de Bayona) y a las leyes”. Igualmente se convocó a los funcionarios públicos y a los curas párrocos, beneficiados y demás componentes del cabildo eclesiástico para que, a título personal, exigir el mencionado juramento, en este caso firmado de puño y letra.
En realidad, en Extremadura y por el desarrollo de la guerra, la aplicación de las disposiciones francesas careció de fundamentos hasta que en Marzo de 1811 se apoderaron Badajoz. Fue a partir de este momento cuando Soult tomó la decisión de conceder indulto general a los militares españoles que operaban en Extremadura y Andalucía. Naturalmente, dicho indulto quedaba condicionado a que desertaran y entregaran sus armas a los oficiales franceses, ofreciéndoles la posibilidad de que, tras previo informe, pudieran incorporarse a los ejércitos imperiales, donde conservarían su rango. Forzaron también a los alcaldes de los pueblos a que denunciaran a los vecinos que formaban parte de los ejércitos aliados o de las guerrillas y a secuestrarles sus bienes (AMG, Acta Capitular de 24/03/1811). Todo ello, textualmente, “considerando destruido enteramente el ejército insurreccional de Extremadura y ocupando las plazas fuertes de todo el territorio y estando en ventaja en Andalucía y Extremadura (…) Considerando que un gran número de individuos que componían los cuerpos insurgentes han vuelto a sus hogares y desean pacíficamente entregarse a sus respectivos trabajos (…) Considerando que la paz reina en Andalucía y Extremadura, salvo las acciones de cuadrillas de bandoleros, que no tienen otro objetivo que el robo y la devastación de la propiedad privada” (23) (Doc. 2).
Como ya se ha indicado, los franceses nombraron como comisario regio en Extremadura a Francisco Therán, que se estableció por razones estratégicas en Zafra. Dicho comisario, siguiendo la Constitución de Bayona y las órdenes de los militares franceses, se ocupó de la administración de la prefectura del sur de Extremadura desde el punto de vista político, hacendístico (Docs. 3 A y 3 B) y jurídico, nombrando al clero y a los funcionarios correspondientes. Concretamente, como subprefecto de Llerena nombró a Francisco Ximenez Riquelme. Respecto al gobierno religioso, los invasores tomaron la decisión de suprimir las jurisdicciones de Órdenes Militares, manteniendo en sus cargos a aquellas personas que ya ostentaban las distintas dignidades religiosas antes de la invasión aunque, en ausencia y rebeldía del obispo de Badajoz, nombraron a José Gonzáles Aceijas como Vicario Apostólico, hasta que en Roma tuviesen a bien nombrar nuevo obispo (Docs. 4 A y 4 B). Igualmente reorganizaron la Real Audiencia de Extremadura, nombrando oidores adeptos a su causa. Naturalmente, el gobierno militar quedó en manos de los ejércitos franceses, siendo el barón de Girard el máximo responsable de las tropas imperiales en Extremadura (Doc. 5).
Otro problema, no menos importante para los franceses, era el del avituallamiento de los ejércitos imperiales (24) . En efecto, dada las tácticas de tierra quemada frecuentemente empleada por ambos contingente, en el otoño de 1811 se llegó a un punto en el cual no se encontraba en Extremadura nada para mantener el 5º cuerpo del ejército del mediodía. Buena prueba de ello lo encontramos en el texto del documento anterior, preocupándose Girard de garantizar la siembra para el año agrícola de 1811-12. En realidad, por lo que hemos podido averiguar en las actas capitulares de Guadalcanal, la cosecha de la campaña 1810-11 fue escasa y consumida prematuramente como forraje, cuando no arrasada para evitar el beneficio de la parte contraria. Y llovía sobre mojado en este sentido, con el agravante de la excesiva presión de ambos contendiente sobre el vecindario, reclamándole continuamente dinero y avituallamientos. Por ejemplo, en Guadalcanal, en la sesión del 12 de Junio sus oficiales acordaron “formar un plan de buen gobierno para el suministro a las tropas imperiales de las raciones de pan que sean posible dar en las circunstancias de extrema penuria que padece el vecindario y que esperan que se agraven por lo escasa de la cosecha actual”. Más adelante, en la sesión de primero de julio contaban que “la situación es tan dramática que el mismo duque de Dalmacia (Soult) se había compadecido del vecindario y había mandado traer 500 fanegas de trigo de los almacenes de Córdoba”. En otra sesión, ésta del 20 de noviembre, insistían en la imposibilidad de seguir avituallando a la tropa invasora “por la extrema pobreza en que se haya en vecindario por faltarle todos los medios de subsistencia (…), siendo indispensable acudir al Excmo. Sr. Conde de Erlon para explicarle la situación”.
Afortunadamente, Extremadura quedó libre de franceses durante el verano de 1812, después de una durísima primavera, asunto que dejamos para la próxima edición de esta revista, si la salud acompaña.
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(1) Existe un vacío documental absoluto de más de cincuenta años consecutivos, entre ellos los correspondientes a la Guerra de la Independencia.
(2) Riesco, el inquisidor decano, pasó a presidir la Junta Patriótica de Llerena, responsabilidad que compartió con la inherente al cargo de miembro de la Junta Suprema de Extremadura y, a partir de Septiembre de 1810, como diputado en las Cortes Constituyentes de Cádiz, junto al fuentecanteño Casquete del Prado, miembro igualmente de la Junta Patriótica de Llerena y primer obispo-prior perpetuo de la Orden de Santiago.
(3) La obra pía del capitán Fernández Barba y su administración tuvo una extraordinaria importancia para analizar y comprender una buena parte de la Historia de Llerena, como así lo entendí en 1998, cuando publique un artículo en esta misma revista titulado “El capitán Diego Fernández Barba, un llerenense generoso del XVII”.
(4) MALDONADO FERNÁNDEZ, M. “La batalla de Cantalgallo”, en Revista de Fiestas Patronales, Trasierra, 2008.
(5) GUTIÉREZ BARBA. A. Llerena y su partido en la Guerra de la Independencia, Badajoz, 2008.
(6) SOULT, N. Memorias (España y Portugal), Madrid, 2010. Nicolás de Soult, duque de Dalmacia, vino a España acompañando a Napoleón en el otoño de 1808. Se trata, sin duda, del general más prestigioso de cuantos tuvo el ejército invasor en la Península. A su cargo quedó el ejército del Mediodía, es decir, el que operó preferentemente en la Mancha, Andalucía y Extremadura.
(7) LÓPEZ FERNÁNDEZ, M. “El inicio de la invasión francesa por el sur de Extremadura en 1811”, en Revista de Estudios Extremeños, T. LXI-II, Badajoz, 2005.
(8) Concretamente, 2.959 artilleros y zapadores, 13.060 infantes, 5.387 jinetes, 34 piezas de artillería pesada, 60.000 kilos de munición, 2.500 bueyes y las carretas precisas para trasportar las piezas de artillería, las municiones y otros avituallamientos. Ibídem
(9) Ibídem
(10) SOULT, N. Memorias…
(11) AMG, leg. 1.251, carpeta de 1811.
(12) GUTIÉRREZ BARBA, A. Llerena y su partido…Op.citp.
(13) Ibídem, p. 121, nota 149, remitiendo a LIDDEL HART, B. H. The letters of Private Wheeler, p. 78.
(14) El conde, como se deduce de su propio nombre, era francés de nacimiento y enemigo acérrimo de Napoleón y su política imperialista, circunstancia por la que decidió unirse a la causa española contra sus propios compatriotas. Y asumió sus demostradas competencias militares con decisión y heroicismo, dejando numerosas muestras de ello. Precisamente por estas circunstancias, las Cortes de Cádiz, mediante el Decreto LXXXI de 4 de Agosto de 1811, así se lo reconoció, concediéndole “la gracia de naturaleza en los Reynos de España”.
(15) MALDONADO FERNÁNDEZ, M.:
-“La Guerra de la Independencia en Reina y su entorno: la acción de Reina y Casas de Reina (28/04/1811)”, en Revista de Fiestas, Reina, 2008.
- “La muerte del teniente Pizarro, un higuereño héroe en la Guerra de la Independencia”, en Revista de Fiestas, Higuera de Llerena, 2008.
- manuelmaldonadofernandez.blogspot.com
(16) SOULT, N. op. cit. Véase también GUTIÉRREZ BARBA, op. cit.
(17) GUTIÉRREZ BARBA, A. op. cit.
(18) Confirmando el abandono francés de la ruta por Monesterio, Cala, Cantillana…, estando aún Soult en Llerena, el 27 de mayo el coronel Pelli atacó a una patrulla francesa a la altura del puente de Gallicanta, cuando ésta venía de avituallarse en Montemolín. Llevaba consigo un cargamento de provisiones, varias vacas y, como rehén, al alcalde de Montemolín. AHN, Diversos-Colecciones, 137,N.68
(19) AHN, Diversos-Colecciones, 135, N.14. Se trata de un documento redactado en francés, narrando la retira francesa de la Albuera.
(20) AHN, DIVERSOS-COLECCIONES, 109, N. 44. Informe del comandante de puesto en Cheles al general en jefe de Extremadura. Sobre este particular, cotejadas las partidas de defunción de las parroquias de Llerena, sólo dejaron constancia de un caso de fusilamiento, el de Antonio María Conejo, natural de Llerena, enterrado en el sitio de la Ollería el 16/XI/1811. En realidad, en los Libros de defunciones de las dos parroquias sólo se recogen doce partidas de defunción de personal militar: dos franceses (uno de ellos civil) y diez soldados españoles, ninguno de ellos naturales de Llerena, salvo el mencionado Antonio María Conejo.
(21) Véase MARTÍNEZ DÍEZ, G. “Extremadura, origen del nombre y formación de las dos provincias”, en Anuario de la Facultad de Derecho de Cáceres, nº 2, 1983. También BURGUEÑO ÁLVAREZ, J. Geografía política de la España constitucional. La división provincial. Madrid, 1996.
(22) El berlangueño Francisco Márquez Hidalgo es un estudioso de Therán, el Veracundo Cuadrado de su obra El junco, una biografía novelada sobre este interesantísimo ilustrado asociado a Godoy, a Sanlcar de Barrameda (Gargoria) y a la causa francesa.
(23) AMG, leg. 1.251, carpeta de 1811.
(24) En la carta y referencia de la nota anterior, el general Castaño refleja con mucha exactitud las circunstancias que rodeaban a los extremeños cuando, comentando la situación del ejército francés en Extremadura bajo el mando de Marmont, decía: éste (Marmont) permanece en Mérida con sus tropas acantonadas en los pueblos inmediatos, ocupándose en la cosecha que hacen por regimientos segando, trillando, moliendo y haciendo el pan por si mismos, no hallando en los heroicos habitantes de Extremadura quien quiera emplear sus manos en tales labores para servir al enemigo; y entre tanto, proveen la plaza de Badajoz abundantemente, reparando sus ruinas (tras su rendición en el mes de abril inmediato), aumentando sus defensas…