El temblor de tierra que nos ocupa tuvo lugar la
mañana del día de Todos los Santos, localizándose su epicentro en el océano
Atlántico, a unos 200 Km. al suroeste de cabo San Vicente. Conocidos los
destrozos ocasionados, su magnitud debió estar entre 8 y 9 grados de la escala
de Richter.
Los informes de la época indican que duró de tres
minutos y medio a seis, según la fuente consultada, produciendo grietas
gigantescas de cinco metros de ancho en el centro de ciudad de Lisboa, la más
populosa y afectada de las que tenemos noticias. Cuarenta minutos después le
siguieron tres tsunamis con olas de entre 6 y 20 metros que apoderaron del
puerto y del casco antiguo, subiendo aguas arriba por el río Tajo.
En cuanto a las pérdidas humanas, en Lisboa, de una
población de 275.000 habitantes, murieron unas 90.000 personas. Otras 10.000 perecieron
en Marruecos, mientras que en Ayamonte fallecieron más de 1.000 personas, por
citar algunos ejemplos.
En España, Fernando VI, una semana más tarde del
triste suceso ordenó al gobernador del Supremo Consejo de Castilla la
preparación de un informe sobre el terremoto. Para su confección se elaboró un
cuestionario de ocho preguntas dirigidas a las personas de «mayor razón» de las
capitales y pueblos de cierta importancia, con la recomendación de que
contestaran lo más rápido posible para evaluar su incidencia en el reino.
Se recibieron respuesta de 1.273 localidades, entre
ellas la de Llerena, que se custodian en el Archivo Histórico Nacional. La
documentación generada ha sido recopilada y publicada hace unos años por J. M.
Martínez Solares en Los efectos en España
del terremoto de Lisboa, Ministerio de Fomento, Madrid, 2001.
De este autor copiamos textualmente la información
dada desde Llerena por don José de Tena y Cuenca, el alcalde mayor de la ciudad
y su partido, el 27 de noviembre de 1755:
Ilmo Sr. (Obispo de Cartagena, persona comisionada por
Fernando VII para este asunto):
En observancia de la
Orden de V. I. de 8 de este mes, sobre que informe los estragos que causó el
terremoto del día primero, así en esta ciudad como en los pueblos de su
jurisdicción, debo informar a V. I. de lo que sigue:
Que a la hora de las
nueve y tres cuartos de la mañana del referido día, estando en sus parroquias
cantando la misas de tercias, sin haberse advertido señal alguna se oyó
estruendo como de coches y, al mismo tiempo temblar la tierra, paredes de
edificios, Iglesias y casas, tocarse por sí sólo el reloj que está en la torre
de la mayor y Parroquia de Nuestra Señora Santa María de la Granada, Patrona de
esta ciudad, que parecía se arruinaba todo, se acababa el mundo y perecían los
fieles, mayormente cuando se vio que la dicha torre, que es fortísima y de
mucha altura, ancha y muy hermosa y de las mejores de nuestra España se vencía
de un lado a otro, y que el último cuerpo se precipitaba a la tierra, como la
de la capilla del Señor San Juan Bautista, y otras obras, retablos y paredes.
Cada uno procuraba
sólo, turbado, liberarse del riesgo, y clamar a la Divina Majestad, pidiendo
misericordia, e implorando el auxilio de Nuestra Señora de la Granada. El cual
terremoto duró como diez minutos
Y según informe de los
prelados de los conventos se padeció la siguiente ruina: El convento de Santo
Domingo, extramuros de la ciudad, se abrió la bóveda de la Capilla Mayor por
cuatro partes, con diferentes rajas, los arcos torales, bóvedas, paredes
colaterales, la de la fachada de la Iglesia con rajas, y esta última con dos de
arriba abajo; tres paredes sentidas; está cuarteada la bóveda de la meseta de
la escalera, y estalladas dos vigas y dos maderos.
El convento de San Francisco
de la Regular Observancia, se halla abierta la bóveda de la Iglesia desde el
testero de la puerta principal hasta el arco toral, y de allí adentro, el arco
colateral de la media naranja de la Capilla Mayor, y tiene dos hiendas; y
conmovidas las tijeras del temblor de las tejas; muchas paredes fuera de su
lugar, y algunas sentidas con rajas; un tejado maltratado y todo el convento
amenaza ruina, según informe del Guardián.
En el convento de San
Sebastián, de la Orden Descalza de San Francisco se le cuarteó la bóveda de la
portería; en la Iglesia, la pared maestra que cierra la media naranja se abrió
por una esquina; la bóveda del coro quedó abierta por tres partes y el arco
abierto por el medio y tercios. Por la parte exterior, la esquina que mira al
mediodía se abrió por dos partes. La azotea, al salir del profundis, se quitó
por medio, y los tejados de los desvanes quedaron maltratados y quebrado un
madero. En el claustro alto, la pared correspondiente a la Iglesia se abrió por
varias hiendas, y una tribuna que cae a la Capilla mayor se abrió por dos
partes.
Los tres conventos
relacionados están extramuros de la ciudad.
En el convento de
Santa Clara de Religiosas Francisca, las bóvedas de su Iglesia se abrieron, se
sintieron las paredes de adentro las más; y en la bóveda del coro se abrió una
raja; en el compás, una pared; y en el dormitorio se quebraron dos maderos.
En el convento de
monjas de Santa Isabel, de la misma Orden, se abrieron dos rajas en las bóvedas
de la Iglesia y Coro alto, dos paredes del dormitorio y otros dos de los
graneros se corrieron. Lo mismo le sucedió a las bóvedas de una grada alta.
Además de lo expresado
se registraron en varias casas y calles de esta Ciudad diferentes paredes con
hiendas, y sentidas, pero por la bondad infinita de Dios, e intercesión de la
Reina de los Ángeles María Santísima de la Granada, no se experimentó muertes
ni heridas de persona alguna, caída de templos, casas, ni otros edificios
procedidas de dicho terremoto, atribuyéndolo con sana fe estos naturales y
vecinos a milagro de la Soberana Reina, que es su asilo y protectora en todas
su aflicciones.
Y, en hacimiento de
gracia se celebró novenario por todas las comunidades de esta Ciudad y, en el
último día, procesión general con la solemnidad mayor y en la Capilla (de San
Juan Bautista) donde Su Majestad está colocado, aunque estrecha por estar su
Iglesia derribada desde el año de 1746, que por falta de interés sólo se ha
reedificado un tercio.
Dios guarde a V. I
muchos años.
Al margen del informe oficial, de las Actas
Capitulares del Ayuntamiento de Llerena hemos entresacado otras referencias
interesantes sobre el temblor, que intentamos contextualizar en el marco
temporal que nos ocupa.
Llerena estaba entonces iniciando esa eterna etapa
mortecina con la que se ha identificado durante algo más de dos siglos, sólo
aliviada por la complacencia nada constructiva de acogerse a su histórico
pasado. Acababa de salir de un concurso de acreedores sobre sus propios y
rentas, justamente cuando su antigua aldea de Maguilla iniciaba los trámites de
separación, llevándose consigo un extraordinario término y dejando al concejo
con una deuda de 836.000 reales, cuyos réditos anuales, 25.086 reales,
consumían la mayor parte del presupuesto concejil. Luchaba la ciudad por recortar
la superficie del término asignado a Maguilla y por redistribuir la deuda entre
ambas entidades, gastándose cuantiosa suma en pleitos perdidos.
Al margen de esta importante circunstancia, agravada
por una considerable deuda con la hacienda real, en 1755 estaba la ciudad
involucrada en dos costosas obras públicas: la reedificación de la mayor parte
del actual templo de Santa María de la Granada (sólo se respetó el camarín,
construido 50 años antes, la espléndida torre, con escasos 200 años y la
soberbia capilla de San Juan Bautista) y la construcción del cuartel de
caballería ubicado frente a la Puerta de Montemolín (solar hoy ocupado por el
colegio público Suárez Somonte). En ambas obras, la ciudad tuvo que colaborar
con importantes cantidades.
Desde luego, considerando el terremoto que nos ocupa,
el derribo en 1747 de la vetusta fábrica del templo medieval dedicado a Nuestra
Señora de la Granada fue providencial. Si alguien quiere ver en ello la
protección de Nuestra Señora de la Granada, éste sería el caso, pues de haber estado en pie un día tan señalado
(festividad de Todos los Santos de 1755) y a la hora de misa de tercia, muchos
llerenenses hubiesen sucumbidos ante el inevitable desplome de tan ruinoso templo.
Sin embargo, los daños del terremoto tuvieron escasa incidencia en la ciudad,
reducidos a grietas en los edificios más antiguos y esbeltos (conventos), según
quedó recogido en el informe oficial que precede.
La reedificación del templo de la Granada avanzaba
lentamente (en 1755 sólo había alcanzado un tercio de la posición de cornisas)
ante la escasez de medios materiales. De ello se quejaba el maestro arquitecto
de entonces, Francisco Pérez Cano, además de los alarifes mayores del concejo
(Agustín de Robles e Isidro Julián Delgado) y de Rosendo Álvarez, el cantero (AMLL,
Sec. AA.CC. lib. de 1751, fotograma 296 y ss. y 301 y ss. de la edición
digital).
Naturalmente, el terremoto del día de Todos los Santos
tuvo repercusión en el Ayuntamiento, cuyos capitulares, en la sesión del 7 de
noviembre siguiente, tomaron razón del mismo (AMLL, Sec. AA.CC., lib. de 1755,
fol. 78, fot. 155). En concreto, recogieron en el acta de la sesión citada un
recado del Sr. Provisor, por el que invitaba al cabildo concejil a una misa
cantada a celebrar al día siguiente en la capilla de San Juan Bautista. Con
este acto se pretendía dar gracias a Dios
Nuestro Señor y a la Reina de los Ángeles, María Santísima Madre de Dios y
Señora Nuestra de la Granada, por haber librado a la ciudad y a sus vecinos de
los estragos del terremoto o temblor de tierra acaecido el pasado día de Todos
los Santos, a las diez de la mañana, en misa de tercias. Visto el recado,
el cabildo acordó asistir a la citada misa cantada, con el protocolo y
preeminencias correspondientes.
Días después, el 12 de noviembre fue el cabildo
concejil, reunidos en sesión capitular (AMLL. Sec. AA.CC., lib. de 1755, fol.
80, fot. 163), la institución que propuso continuar con la acción de gracias, proponiendo
la celebración de una misa cantada y procesión general de Nuestra Señora de la
Granada, a celebrar la tarde del 16. Para ello, enviaron comisiones con la
finalidad de invitar a las comunidades eclesiásticas asentadas en la ciudad,
como solía ser perceptivo, en una ciudad con tanto refinamiento protocolario.
El 3 de diciembre inmediato, nuevamente encontramos
referencias sobre el terremoto en las actas capitulares, en esta ocasión a
instancia de las tres comunidades de señores sacerdotes asentadas en la ciudad
(la de la Granada, la del Sr. Santiago y la de San Juan Bautista), que fueron recibidas
en el Ayuntamiento con el protocolo establecido. Allí, dentro de la sala
capitular, las comunidades citadas propusieron al cabildo concejil la
conveniencia de celebrar todos los años en el día de Todos los Santos una misa
cantada en agradecimiento a Dios y a su Santísima Madre, Nuestra Señora de la
Granada, por cuya intercesión se libró la ciudad de los estragos del terremoto;
es decir, otra fiesta votiva de las muchas existentes en el calendarios festivo
y religioso de la ciudad. Oída la propuesta, el cabildo concejil se sumó a la
iniciativa, tomando nota de ello en el Libro de Razón correspondiente, para que
de ello quedara constancia en futuras generaciones.
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