domingo, 22 de noviembre de 2015

JOSÉ IGNACIO DE FIGUEROA Y MENDIETA, UN IMPORTANTE LLERENENSE DEL XIX (1ª parte)


EL LLERENENSE JOSÉ I. DE FIGUEROA Y MENDIETA

Las XVI Jornadas de Historia en Llerena se centraron y dedicaron a conmemorar el 300 aniversario del nacimiento del ingeniero militar y arquitecto, José de Hermosilla y Sandoval, probablemente  el más destacado de los llerenense del XVIII.

Al hilo de esta cuestión de reconocimientos, desde estas páginas estimamos que si tuviésemos que apostar sobre el más ilustre de los llerenenses del XV, seguramente lo haríamos por el maestre santiaguista Alonso de Cárdenas, de origen incierto, pero residente o avecindado en Llerena, villa que el maestre escogió para su enterramiento. La familia Zapata sería, sin duda, la más prestigiosa y linajuda del XVI y, aparte importantes conquistadores, médicos, militares y gente del arte en general, entendemos que los descendientes de Alonso de Cárdenas, Suárez de Figueroa y García Fernández de Villagarcía, sendos maestres santiaguistas, coparon una buena parte del protagonismo de Llerena en el XVII, siendo preciso resaltar la enorme figura de Zurbarán y la de la poetisa Catalina Clara, esta última descendiente de los señores de Villagarcía.

Pues bien, ¿quién sería el llerenense más representativo o influyente del XIX? Sin duda, entre los potenciales aspirantes hemos de considerar a don José Ignacio de Figueroa y Mendieta (Llerena, 1808-Madrid, 1899), prototipo de hombre liberal-conservador, aristócrata y acaudalado del XIX, que prácticamente lo recorrió en su totalidad, dada su dilatada vida.

Desde estas páginas nos hemos propuesto relatar la vida de tan interesante personaje y su importante protagonismo en el XIX, sin atrevernos a opinar sobre aspectos relacionados con su catadura moral, pues carecemos de los datos oportunos. Para esto último, habría que recabar la  opinión que le mereció a los miles de mineros y metalúrgicos que trabajaron para él en las distintas minas y fundiciones que llegó a poseer en Francia y las provincias españolas de Granada, Almería o Jaén. Por esta circunstancia, simplemente tratamos de relatar las andanza de uno de los españoles más acaudalado del siglo XIX (más de 20 millones de duros decían que dejó a sus herederos) y los medios de los que se valió para acumular tanta riqueza este llerenense descendiente de una de las ramas segundonas del maestre Suárez de Figueroa.

En la página www.adracultural.es/pdf/plomo/mendieta encontramos una interesante biografía del personaje. Corresponde al área cultural del Ayuntamiento de Adra, donde don José Ignacio vivió una buena parte de su vida. Según la referencia citada, José Ignacio de Figueroa y Mendieta nació el 22 de abril de 1808 en Llerena, siendo el único hijo de otro llerenense, don Luis de Figueroa y Casaus, fundador de una importante empresa minero-metalúrgica centralizada en Marsella, ciudad donde estableció su residencia cuando se vio forzado a exilarse por su condición de afrancesado durante la Guerra de la independencia (1808-13).

        En un documento custodiado en el AHN de Madrid ( Portal PARES, AHN, Consejos, 28955, Exp. 1-62, imagen 62/105: Francisco María Figueroa, con Ignacia Casaus y Castilla, sobre retención de una Facultad obtenida por Teodomira Casaus, para permutar unas tierras vinculadas. Lora del Río y Llerena) por motivos que no parece oportuno aquí considerar, aparecen relacionados los bienes de los Figueroa en Llerena, destacando la casa familiar ubicada en la calle de don Gabriel, hoy en su mayor parte propiedad de Manuel Maldonado Rodríguez. En ella debió nacer don Ignacio, aunque en 1815, cuando ya su padre estaba en el exilio, pertenecía a su tío Francisco María, quien, entre otras propiedades urbanas y rústicas, decía ser dueño de la referida casa principal de la calle don Gabriel, que tenía como anexos un huerto, un almacén con  tinajas para el aceite, un granero, el palomar y otras dependencias, valoradas para su venta en 324.079 reales de vellón y en  3.722 reales de renta anual. En la misma calle disponía de otra casa, valorada en 18.782 reales, y 563 en renta. Por lo que se aprecia, un valioso patrimonio urbano, destacando la extensa y extraordinaria vivienda familiar que tuve la oportunidad de conocer a finales de la década de los años cincuenta del pasado siglo, muy deteriorada para entonces, pero en la que aún lucía un magnífico patio mudéjar. Aparte, cuando las tierras en su mayor parte eran concejiles y comunales (aún no se habían producidos  las importantes desamortizaciones del XIX), disponía de un importante patrimonio rústico, constituido por 70 fanegas de tierra situadas en Cantalgallo (21.000 reales en venta), más otras 40 al mismo sitio (8.000), 500 pies de estacas de olivo en una cerca murada en San Cristóbal, una viña de 4 horas de poda  al mismo sitio (7.954 reales), más otras fincas y censos tasados en unos 400.000 reales, sin considerar los bienes pecuarios. En definitiva, un patrimonio de consideración, pero inferior al que la familia poseía en Lora del Río, de donde eran originario los abuelos maternos de don Ignacio. 
        Se educó don Ignacio en París, interesándose desde muy joven se interesó por los asuntos empresariales familiares, haciéndose cargo de aquellos ubicados en Adra, desde donde la familiar logró controlar el monopolio de la extracción y metalurgia del plomo en Andalucía Oriental.

En Adra, su atractivo personal y el gustos y refinamiento del que hacía gala el joven millonario, cautivó a Ana María Martínez, hija del administrador de la casa Figueroa en esta localidad almeriense, entablando una relación de la que nacieron dos hijos (1840 y 1842), que José Ignacio se resistió a reconocer durante más de 40 años, quedando obligado a aceptar su paternidad tras una sentencia del Tribunal Supremo en 1886.

        Sus padres no aceptaban esta relación, aconsejándole su traslado a Madrid, donde el joven millonario se estableció en 1845 con la firme decisión de adquirir una rápida ascensión social, objetivo que consiguió gracias a la amistad de la familia con la Reina Madre María Cristina de Borbón, la madre de Isabel II, que por entonces sufría un acomodado exilio en territorio francés.

Con estas credenciales, conoció a Ana de Torres, Córdoba, Sotomayor y Romo de Tovar y Bedoya, vizcondesa de Irueste y, a la vez, hija única y huérfana de José de Torres, marqués de Villamejor, que había fallecido en la indigencia. La viuda de este último fue incapaz de afrontar los gastos que conllevaba el mantenimiento de los títulos honoríficos familiares (marquesado de Villamejor, vizcondado de Irueste y señorío de Romanones y Tovar), viéndose forzada a suspender su tenuta por falta de pago a la hacienda real.


La boda con Ana de Torres se celebró en Madrid, el 20 de marzo de 1852, entrando así el llerenense en el selecto y reducido círculo de los títulos nobiliarios, pues, como medida más inmediata, pagó los derechos reales pendientes de liquidar, rehabilitando y recuperando para sí mismo el título de marqués de Villamejor, además del vizcondado y los señoríos citados, títulos que más adelante ostentarían sus  importantes e influyentes descendientes, elevando el vizcondado y los señoríos al rango de condados (Irueste, Romanones y Tovar).

El matrimonio trasladó su residencia a Francia. Primero a París y al año siguiente a Marsella, donde se hizo cargo directamente de los negocios familiares. En 1860, cuando Marsella dejó de ser puerto estratégico para el control del comercio del plomo europeo, don José Ignacio tomó la decisión de regresar a España, fijando su residencia en Madrid.

Ya en la capital del reino, trasladó sus negocios a la zona de Linares y La Carolina, donde el marqués se convertiría en uno de los principales empresarios de la minería y la metalurgia del plomo en el continente, participando en importantes operaciones financieras, además de interesarse por el negocio inmobiliario.

En efecto, sólo en Madrid adquirió más de 200 fincas urbanas, entre las que destacaba el palacete familiar que se hizo construir en la más selecta zona de la capital. En el blog manuelblasmartinezmapes.blogspot.com/.../Ignacio…, bajo el títuloIgnacio Figueroa y Mendieta, marqués de Villamejor: Una vida bien aprovechada”, el autor incluye una interesante biografía sobre el personaje, añadiendo cumplida información sobre su residencia en Madrid.



El referido Blas Martínez ubica el palacete sede de la residencia familiar al comienzo del Paseo de la Castellana, cerca de la Plaza de Colón, congratulándose de que se conservara casi indemne, y de que sobreviviera a los estragos de la piqueta demoledora de las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo, que dio al traste con numerosos edificios de esta naturaleza.

Más adelante, su propiedad fue transferida al infante don Carlos de Borbón, adquiriéndola después el Estado para dedicarlo a sede de la presidencia del Consejo de Ministros entre 1914 y 1977, y, más adelante, como sede  del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas.

Completando la biografía de este acaudalado llerenense, el primer conde de Romanones, el más influyente de sus hijos, refiere en sus memorias importantes y cariñosos datos sobre su padre. Así, resalta la  temeridad y desprecio al peligro de que hacía gala, dando cuenta de los muchos lances de honor en los que intervino, aparte de la gran afición a los caballos, siendo dueño de la famosa cuadra del Negralejo, cercana a Madrid.

También resalta la faceta más oculta de literato y artista (poeta, dibujante y pintor más que aficionado), aparte del dominio del francés y el idioma de Shakespeare, a quien traducía. Y sin embargo, según sigue diciendo Romanones en sus memorias, don José Ignacio fue hombre trabajador y sencillo, poco propicio a los títulos y honore

Cultivó también nuestro personaje el campo de la política, actividad de la que se derivarían importantes ayudas para sus empresas. Así, fue diputado a Cortes por Guadalajara entre 1864 y 1868, provincia en la que se asentaba el feudo familiar del marquesado de Villamejor, y, más tarde, por el distrito gallego de Puentedeume en 1872. Entre 1876 y 1877 repitió como diputado por Guadalajara, concluyendo su actividad política como senador vitalicio hasta su fallecimiento, hecho que ocurrió el 11 de marzo de 1899.

JOSÉ IGNACIO DE FIGUEROA Y MENDIETA, UN IMPORTANTE LLERENENSE DEL XIX (2ª parte)


DESCENDIENTES DE DON JOSÉ IGNACIO DE FIGUEROA: EL CONDE DE ROMANONES
JOSÉ I. DE FIGUEROA Y MENDIETA


Tras la muerte de este importante llerenense, el imperio económico de los Figueroa fue absorbido por la gran banca internacional Rostchild, que por esas fechas monopolizaba la actividad minera y de transporte en España, financiando la construcción de importantes líneas ferroviaria.

En efecto, dejó el llerenense cinco hijos: cuatro varones y una mujer:

Francisca, la primogénita, nacida en Marsella en1855, casó con el Conde de Almodóvar.

José, nacido en Marsella en1857, se convertiría en el conde de Irueste y casaría con Rosario Loring Heredia, la hija de uno de sus socios malagueños.

Gonzalo, nacido en Madrid en 1861, ostentó el título de Conde de Mejorada.

Álvaro, nacido en Madrid en 1863 y casado con Casilda Alonso Martínez, ostentaría el título de Conde de Romanones.

Y Rodrigo, que recibiría el título de marqués de Tovar.

Todos los citados fueron personajes importantes en las primeras décadas del XX, pero, sin duda, hemos de destacar al conde de Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, probablemente el personaje más influyente de la triste monarquía de Alfonso XIII (1886-1931)


EL CONDE DE ROMANONES
Según www.biografiasyvidas.com/biografia/r/romanon,  Álvaro de Figueroa y Torres (Madrid, 1863-1950), I conde de Romanones, fue uno de los  políticos españoles de más influencia durante el desastroso reinado de Alfonso XIII. Estudió Derecho en Madrid y Bolonia y casó con la hija de un importante dirigente liberal, Manuel Alonso Martínez, que le apadrinó en sus primeros escarceos en el campo de la política, actividad en la que se inició en 1890.

LA CONDESA DE ROMANONES
Gracias a su fortuna familiar, se hizo de un periódico propio (El Globo) y de una red clientelar adicta, fuertemente arraigada en la provincia de Guadalajara, su feudo electoral, en donde se manifestó como hábil maestro en el manejo del caciquismo, en la manipulación electoral y en las componendas típicas de la política oligárquica de la Restauración; su buen entendimiento con Alfonso XIII reforzó su liderazgo en el partido, que no obstante hubo de compartir con su rival, García Prieto.
ROMANONES PRESIDENTE DEL GOBIERNO
En efecto, sin abandonar nunca los negocios mineros de los Figueroa, se hizo con el mando del Partido Liberal tras la muerte en 1903 de Sagasta, su fundador. Para entonces ya había sido alcalde de Madrid (1894 y 1898) y ministro de Instrucción Pública (1901-02). A continuación, pasó por casi todas las carteras ministeriales: Fomento (1905), Gobernación (1905-06), Gracia y Justicia (1906, 1913, 1918 y 1922-23) y Estado (1916 y 1918). Aparte, fue presidente del Congreso y del Senado, y presidió tres veces el gobierno: 1912-13, 1915-17 y 1918-19.

 ALFONSO XIII Y ROMANONES

Tras el golpe de Estado de Primo de Rivera que acabó con el régimen constitucional (1923), se atrevió a visitar al rey como último presidente del Senado, para recordarle su obligación de reunir las Cortes suspendidas por el dictador. La negativa de Alfonso XIII no quebrantó su fe monárquica: después de la caída de la dictadura aceptó formar un gobierno (nominalmente presidido por el almirante Aznar, con Romanones como ministro de Estado) para intentar salvar la Monarquía restableciendo el sistema constitucional (1931); fracasado este objetivo, Romanones escoltó personalmente al rey hacia su destierro.
ALFONSO XIII ABANDONA ESPAÑA
Una vez que Alfonso XIII abandonó el país tras incendiarlo, Romanones siguió participando en política como diputado de las Cortes constituyentes de la Segunda República (1931), en donde defendió la figura del rey destronado.

 

 

 

 

 

JOSÉ IGNACIO DE FIGUEROA Y MENDIETA, UN IMPORTANTE LLERENENSE DEL XIX (3ª parte)


LOS ASCENDIENTES DE JOSE IGNACIO DE FIGUEROA

 


La hidalguía nobiliaria de los Suárez de Figueroa es muy antigua e incuestionable. Historiadores especialistas en la casa del condado de Feria-Medinaceli sitúan su origen en tierras gallegas, desde donde en tiempos de la conquista de la actual Extremadura se incorporaron a los ejércitos de Alfonso IX y Fernando III, ayudándoles de forma decisiva en sus campañas militares. Fernando III y sucesores le recompensaron tal ayuda, cocediéndole paulatinamente en régimen señorial la mayor parte del territorio de lo que en su día fue el ducado de Feria.

El linaje de los Suárez de Figueroa ha sido objeto de innumerables estudios, dada su importancia en el contexto nacional y los pleitos mantenidos por su tenuta a lo largo de su dilatada historia. Aparte del mayorazgo y señorío del ducado de Feria, del que fue su pilar principal don Lorenzo Suárez de Figueroa, XXXIV maestre de la Orden de Santiago (1387-1409), por la zona de Extremadura se establecieron distintas ramas secundarias de este linaje. Una de ellas fue la de los Majarrés-Figueroa, cuya descendencia se extendió por el territorio del partido histórico de Llerena, encontrándoles avecindados en Medina de las Torres, Azuaga, los Santos…

La rama genealógica que más nos interesa en este estudio se instaló definitivamente en Llerena a partir de 1583, ciudad donde en 1808 nació el protagonista del estudio que nos ocupa, don José Ignacio de Figueroa y Mendieta. Precisamente tomamos la fecha de 1583 para desentrañar algunos aspectos sobre la ascendencia de don José Ignacio, porque en aquellas fechas surgió un interesante pleito de hidalguía a instancia de uno de ellos, en concreto de don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Delgado. En efecto, en 1583 Ia llerenense Isabel Delgado, viuda de Lorenzo Majarrés-Figueroa (Medina de las Torres, 15¿?-15¿?), solicitó del Concejo, Justicia y Regimiento de la entonces villa de Llerena su inscripción como vecina. Le acompañaba su joven y único hijo, don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Delgado (más adelante capitán y regidor perpetuo de la ciudad), llerenense de nacimiento, para el que inmediatamente solicitó su registro en el libro de hidalgos de Llerena.

Y a cuenta de esta petición surgió el problema, pues la hidalguía implicaba, aparte de ciertas preeminencias protocolarias, la exención en el pago de algunos de los impuestos y tributos reales y concejiles, recayendo la parte alícuota del hidalgo exento sobre el resto del vecindario, dado que los servicios reales se distribuían por encabezamiento concejil, al que contribuía cada vecino pechero con la parte proporcional que le correspondiera en función de su hacienda. Naturalmente, el concejo llerenense le denegó tal pretensión, alegando que desconocían los antecedentes familiares del pretendiente, que quedaba obligado a demostrar documentalmente su aspiración.

Esta negativa dio pie a un pleito por hidalguía ante la Sala de Hijosdalgo de la Real Chancillería de Granada, según hemos podido constatar tras la lectura de la lujosa y costeada Carta de Hidalguía despachada por la citada audiencia en favor de don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Delgado, carta que resulta imprescindible para levantar el árbol genealógico de la rama de los Figueroa que nos ocupa.

En sus dos primeras páginas podemos comprobar el lujo de la copia de la carta de hidalguía citada, que pone de manifiesto la saneada hacienda del aspirante y litigante. Como muestra, se exponen a continuación sus dos primeros folios:




(Iconografía que parece recoger a los soberanos orando ante una imagen de la Virgen)



(Se recoge en esta otra iconografía a Santiago Matamoros y, en la parte inferior, el escudo familiar, con las armas de los Majarrés, Figueroa, Villalobos y Moscoso)


En efecto, el caso de la pretendida hidalguía de don Lorenzo Majarrés-Figueroa Delgado, como litigante, pasó ante la sala citada y oidores de Granada, donde en 1598 resolvieron en favor de don Lorenzo y en contra del Concejo de Llerena. Para ello, el pretendiente, representado por su procurador, aportó una serie de testigos, todos naturales de Medina de las Torres (donde principalmente se asentaba la hacienda y mayorazgo del aspirante) y septuagenarios, por lo que algunos decían haber conocido a los padres, abuelos y bisabuelos del litigante y aspirante, además de haber oído hablar de los rebisabuelos.

Así, en la probanza todos los testigos se identificaron como vecinos pecheros de Medina, dando cuenta de su profesión y edad, manifestando que don Lorenzo Majarrés-Figueroa Delgado había nacido en Llerena, de donde era natural su madre, Isabel Delgado, aunque la infancia la había vivido en Medina, hasta la reciente muerte de su progenitor. Por esta circunstancia, conocían al litigante.




En primer lugar, tras el pertinente juramento, se recoge el testimonio de Alonso Fernández Herrador, pechero y vecino de Medina de las Torres. En favor de la validez de sus testificación jugaba su avanzada edad (75 años decía tener) y el hecho de haber ejercido como escribano en  Medina. Así, manifestaba que por su edad había conocido personalmente al litigante, a su padre (Lorenzo Majarrés-Figueroa y Mesía), a su abuelo (Lorenzo Majarrés y Suárez de Figueroa) y a su bisabuelo (Luis de Majarrés y Figueroa). No llegó a conocer al tatarabuelo, Rodrigo de Majarrés de Aragón, pero, como personaje importante que fue dentro del contexto de la Orden de Santiago y su provincia de León en la actual Extremadura, había oído decir que ostentó el hábito de la Orden de Santiago y el título de comendador de Medina de las Torres (1477) y Azuaga (1483), circunstancias que eran de dominio público. Añadía al respecto, que todos los citados habían vivido y morado en Medina, donde acumulaban una importante hacienda, faltando sólo de la villa cuando iban a cobrar las rentas de los bienes raíces que poseía en la villa de los Santos. Respecto al linaje familiar, afirmaba que “procedían de casta y generación de caballeros muy notorios e hidalgos (…) e venían e descendían de la casa del Duque de Feria e de la casa de Majarreles  e de la casa de los Villalobos e Moscoso (…) y habían hecho demostración de venir de las dichas casas en los reporteros y en los entierros que tenían en la capilla mayor de la dicha Iglesia de la dicha villa de Medina de las Torres”, cuyos escudos señoriales formaban parte del de los  Majarrés-Figueroa-Moscoso-Villalobos, según se recoge en los primeros folios de la Carta de Hidalguía que nos ocupa:





Según el testigo que nos ocupa, el cuarterón superior izquierda (cinco paneles en campo rojo) correspondía a los Majarrés. El superior derecho (cinco hojas de higuera en campo amarillo) a los Figueroa. Abajo, suponemos, porque no lo explica, a la izquierda el de los Moscoso y a la derecha el de los Villalobos.

Concluía y reforzaba su testimonio afirmando que en Medina nunca pagaron pechos, circunstancias bien conocida por el testigo, por su condición de escribano de la villa durante años, manifestando que no había encontrado inscrito en ningún padrón antiguo de pechero a los antecesores del litigantes, y, por lo contrario, sí los había visto registrados en numerosos documentos como alcaldes ordinarios y regidores del concejo de Medina por el estamento noble.



El segundo de los testigos decía llamarse Bartolomé García Potrero, pechero de 73 años y persona cualificada por no tener relación de parentesco con el litigante. A lo dicho por el primer testigo, aportaba algunos datos genealógicos decisivos, al afirmar que había oído decir que don Rodrigo Majarrés (rebisabuelo del aspirante, caballero del hábito de Santiago, comendador de Medina y de Azuaga y, al parecer, fundador en Medina de las Torres del mayorazgo familiar), casó con doña Mencía Suárez de Figueroa, de la casa del duque de Feria, de cuyo matrimonio nació don Luis de Majarrés, que casó con doña Leonor Mesía, estos últimos padres de don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Mesía, abuelo del aspirante. Sobre los Manjarreles o Majarreles,  añade que procedían de Aragón, según tenía entendido, y que el primer caballero de este linaje que se incorporó a estas tierras santiaguistas llegó acompañando al Rey de dicho Reino (don Fernando, padre del infante don Enrique, maestre de la Orden de Santiago a partir de 1407), asentándose en Jerez de los Caballeros.

Rodrigo Delgado, clérigo presbítero, vecino de Medina y de 64 años, fue el tercero de los testigos presentados. Refiere lo ya comentado por los que le precedieron, añadiendo, por su condición de clérigo, que los antecesores del litigante se casaron según mandaba la Santa Madre Iglesia, siendo todos hijos legítimos y criados en sus respectivas casas de moradas. Añadía que don Luis y don Rodrigo Majarrés estaban enterrados en el monasterio de dominicos de Santo Domingo del Campo, ubicado a media legua de la villa de Medina “la qual capilla e entierro estaba dotada de muchas rentas y se dezían seys missas en cada semana”. Concluyó confirmando la pureza de sangre del linaje, que en ningún momento fue cuestionada por la Inquisición.

Siguen tres testigos más, que nada nuevo aportan a lo ya recogido, concluyendo el expediente de hidalguía con el fallo de los oidores de la Real chancillería de Granada, quienes, tras la iconografía de Felipe II, sentenciaban así:



 

Que debemos mandar y mandamos que a don Lorenzo Majarés-Figueroa se le an de guardar todas las honrras, franquicias y libertades y exsenciones que se suelen acostumbrar y guardar a los otros hombres hijosdalgos (…) y debemos condenar y condenamos al dicho Concejo, Justicias y Regimiento de la dicha villa de Llerena (…) a que agora y de aquí adelante no le hechen ny repartan pedidos ny moneda ny servicios ny  otros pechos ny tributo alguno, reales ny concejales… , todo ello definitivamente firmado en Granada a…

Hasta aquí, el análisis de la carta de hidalguía de don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Delgado, redactada con todo lujo de detalles, resaltado los dos lujosas láminas que preceden, aparte del inicio con letra capitular de cada uno de sus apartados y una iconografía de Felipe II. La lujosa carta se encuentra localizada en la Biblioteca Nacional de Madrid (Mss. 9.052) y, suponemos, en muchas ocasiones habrá sido consultada para determinar la genealogía de esta linajuda e importante familia llerenense, con conocida ascendencia nobiliaria y una extraordinaria proyección en el mundo de las finanzas y de la política en los siglos XIX y XX.

Para confirmar y completar la genealogía, nos hemos asomado a las frecuentes páginas webs que tratan sobre este aspecto. Así, don Adolfo Barredo, en su “Nobiliario de Extremadura” manifiesta que el linaje de los Manjarrés o Majarrés procede de la localidad riojana de Manjarres, cuyo nombre tomaron los progenitores de las familias hoy así apellidadas. Una rama de este apellido pasó a repoblar Jerez de los Caballeros, lugar de donde derivaba el don Rodrigo Majarrés que a mediados del siglo XV enlazó con una rama segundona de los Suárez de Figueroa, fundando mayorazgo en Medina de las Torres, según ya hemos relatado.

Alfonso de Figueroa, en su obra “Familias Españolas”, añade que los primeros Majarrés o Manjarrés eran descendientes de la Casa Real de Aragón. Aparte, por distintas fuentes genealógicas se confirma que Rodrigo Majarrés de Aragón (nacido en Jerez de los Caballeros sobre 1425) fue comendador de Medina (1477) y Azuaga (1489), fundando un mayorazgo con sus posesiones en Medina de las Torres y los Santos de Maimonas. Estuvo casado con doña Mencía Suárez de Figueroa, que, al parecer, fue hija del conde de Feria, don Gómez Suárez de Figueroa (y Mesías) y de doña Elvira Lasso de la Vega, de donde el linaje tomó el apellido cabecero de Figueroa, que se mantiene en la actualidad (otros opinan que pudiera ser hija de don Pedro Suarez de Figueroa y doña Blanca Sotomayor, en cualquier caso del linaje Suárez de Figueroa). Para concluir con la biografía de don Rodrigo, el marqués de Siete Iglesias (Vargas-Zúñiga, A. Alonso de Cárdenas, último maestre de la Orden de Santiago, nota 23, Sevilla, 1970) sitúa a don Rodrigo en el importantísimo Capítulo General de la Orden de Santiago, precisamente celebrado en Medina de las Torres, el 20 de octubre de 1475, cuando don Diego de Alvarado, pretendiente al maestrazgo de la Orden de Santiago, renunció en favor de Alonso de Cárdenas, allí presente.

Por lo demás, confirmado lo contenido en la Carta de Hidalguía, hijo de don Rodrigo y doña Mencía fue don Luis Majarrés y Figueroa, nacido en Medina de las Torres, hacia 1460.

A don Luis le sucedió don Lorenzo Majarrés Suárez de Figueroa, nacido en Medina sobre 1500. Fue alcaide de la fortaleza de Feria, capitán de infantería y marido de doña Leonor Mesía.  Murió en 1542, enterrándose en la capilla mayor de la iglesia de su villa natal.

Al anterior le sucedió, como ya hemos adelantado, su hijo don Lorenzo Majarrés-Figueroa y Mesía. Nació en Medina y casó en Llerena con Isabel Delgado, una de sus vecinas, asentándose esta familia en Medina, donde se situaba la mayor parte de su hacienda. Del matrimonio nació el litigante Lorenzo de Figueroa-Majarrés y Delgado que nos ocupa, nacido en Llerena y criado en Medina. En 1583, tras la muerte de su padre, solicitó avecindamiento en Llerena, y también su acreditación como hidalgo, circunstancia que motivó el pleito de hidalguía descrito en párrafos anteriores.

Siguiendo siempre la línea genealógica que nos interesa (http://www.geneaordonez.es/nabweb/ppl/5/c/cf0b73c76706453cdc5.html), la que llega hasta don José Ignacio de Figueroa y Mendieta, este último don Lorenzo casó en Llerena con Isabel Valencia Portillo, de cuyo matrimonio nació don Diego de Figueroa-Majarrés y Valencia (Llerena1601-¿?)

Don Diego casó con doña Agustina Sotelo de Rivera, padres del siguiente en la saga familiar, don Diego de Figueroa-Majarrés y Sotelo de Rivera.

Este otro don Diego (Llerena, 1644 - ¿?) casó en Llerena con doña María Granada Muñoz Morillo de Ortega, de cuyo matrimonio nació Pedro Antonio Majarrés-Figueroa Muñoz (Llerena, 1666-¿?)

Don Pedro Antonio casó con doña Isabel de Casaus y Castilla, padres del siguiente en la genealogía estudiada, don Francisco Majarrés-Figueroa Casaus (Llerena, 1687-¿?).

Don Francisco Majarrés-Figueroa Casaus casó con Isabel Mesías de Monroy, padres de don Lorenzo de Figueroa y Monroy (Llerena, 1733-1789), que estos fueron los apellidos con los que se identificaba, abandonando por primera vez el del linaje de los Majarrés.

Don Lorenzo casó con doña Teodomira de Casaus y Castilla, de cuyo matrimonio nació don Luis de Figueroa y Casus (Llerena, 1781- Francia, 1853), que casó en 1807 con doña María Luisa de Mendieta Ramírez de Arellano.

Sobre este último Figueroa, siguiendo a Guillermo Cortázar (“La dinastía española de fundidores de plomo en Marsella: don Luis de Figueroa y Casaus (1781-1853)”, en Haciendo Historia, homenaje al profesor Carlos Seco, Madrid, 1989), la bibliografía de este otro Figueroa (padre de nuestro protagonista, don José Ignacio e impulsor del extraordinario patrimonio familiar) es bastante extensa y conocida, dada lo azarosa de su vida.  En su juventud estudio leyes en Sevilla e ingresó como cadete en las Reales Guardias de Corps, donde obtuvo el grado de alférez en 1807. Este mismo año contrajo matrimonio en Madrid, con doña María Luisa de Mendieta Ramírez de Arellano, compartiendo un único hijo, el principal protagonista de esta historia, José Ignacio de Figueroa y Mendieta (Llerena, 1808, Madrid, 1899).

En la Guerra de la Independencia, don Luis, de talante liberal y afrancesado, tomó partido por el rey intruso, José Bonaparte, a quien acompañó en 1814 en la retirada francesa de la Península, una vez derrotado su ejército por las tropas anglo-luso-españolas. En Francia se enroló como comandante en el ejército de Napoleón que participó en la batalla de Waterloo, donde el emperador sufrió su última y definitiva derrota, en junio de 1815.
       Desde entonces se estableció don Luis de Figueroa en Francia, consiguiendo en poco tiempo consolidarse como uno de los grandes industriales de Marsella, aparte de entablar excelentes relaciones con la aristocracia francesa, en la que estaba incorporada desde su exilio la ex reina María Cristina, madre de Isabel II.

Desde Marsella llegó a controlar el plomo procedente de España, donde también adquirió algunas fundiciones, como las de Adra, ciudad centro del emporio minero e industrial que empezó a levantar en Andalucía Oriental, rodeándose de los mejores técnicos metalúrgicos del momento, con cuya ayuda obtuvo importantes beneficios y prestigio dentro de este sector industrial.

Murió en 1853, dejando a su único hijo un patrimonio valorado en cerca de 4 millones de francos.

 

 

martes, 17 de noviembre de 2015

DÍA INTERNACIONAL DEL CÁNCER DE PULMÓN



HOY HACE 9 MESES Y 13 DÍAS QUE DEJÉ DE FUMAR.

Después de un otoño complicado, en el que parecía imposible curarme un catarro…

TAMBIÉN HOY HACE 9 MESES Y 13 DÍAS QUE ME DIAGNOSTICARON UN CÁNCER DE PULMÓN.

Tras un largo mes de estudios, pruebas, visitas a médicos (…) y mucha, mucha angustia, más dolorosa la que generaba a mi alrededor que la propia…

HOY HACE 8 MESES Y 13 DÍAS QUE ME OPERARON DE PULMÓN, EXTIRPANDO MI LÓBULO SUPERIOR IZQUIERDO.

HOY HACE 7 MESES Y 15 DÍAS QUE INICIÉ LAS SESIONES DE QUIMIOTERAPIA

HOY HACE 3 MESES Y 9 DÍAS QUE TERMINÉ CON LAS SESIONES DE QUIMIOTERAPIA

HOY, 17 de noviembre de 2015, DÍA INTERNACIONAL DEL CÁNCER DE PULMÓN, la tecnología y los recursos humanos me están ayudando a superar la enfermedad.

YA SABES, FUMAR PRODUCE CÁNCER, MALOS HUMOS Y MALA CALIDAD DE VIDA

A  mí me ha tocado, PROCURA QUE NO TE TOQUE A TÍ

UN ABRAZO

sábado, 7 de noviembre de 2015

FOTOGRAFÍAS DE LLERENA EN 1924


De una edición del periódico "El Financiero", rescatamos estas interesantes fotografías de Llerena en 1924. En su cabecera se recoge la declaración de intenciones del referido periódico:

Las citadas fotografías aparecen en una edición especial dedicada a la provincia de Badajoz, pobre en cuanto a los datos socioeconómicos que aporta, pero extraordinaria por sus ilustraciones.

 



Se inicia el informe sobre Llerena con una fotografía del corresponsal del periódico en la ciudad, Rafael Cubero, el periodista llerenense de moda que había recogido el relevo del magnífico Pedro Fernández Santos.

 

Con mucho estoicismo, Cubero recoge el sentir de la mayoría de la intelectualidad llerenense, haciéndose eco de otros que le precedieron en el XIX.  Así, con desconsuelo, textualmente comenta: "Un artículo de encargo es algo más cruel que la antigua Inquisición. Por mucha que sea la amabilidad del peticionario, por alto que sea el honor que se nos concede, un artículo de encargo «a quince minutos vista» es una tortura incomparable, un tormento singular. Tan especiales circunstancias no son tenidas en cuenta por nuestro distinguido amigo el activo delegado de EL FINANCIERO en Badajoz, quien nos apremia con crueldad refinada, casi con placer sibarítico: quiere que h a b l e m o s de Llerena. Y ¿qué ha de decir de Llerena que no sea amargo quien amándola tanto perdió ya toda esperanza acerca de su salvación?  Llerena se nos revela como digna hija de su madre España, para la que de nada han de servir los remedios.

 A continuación, a toda página aparece la siguiente composición:

 


Después se incluyen otras, la mayoría ya conocidas y recogidas en este blog. Por ello sólo aportamos las dos que siguen, una representa la antigua imagen de Ntra. Sra. de la Granada, y la otra el retablo de la parroquia de Santiago.