sábado, 24 de enero de 2015

LLERENA Y FELIPE V


                                                                         Felipe V

El primero de noviembre de 1700 murió Carlos II. Falleció sin sucesión, circunstancia ya prevista entre las chancillerías europeas, que llevaban varios años negociando sobre el posible sucesor de la monarquía hispánica, con miras a mantener los equilibrios hegemónicos del continente. Sin embargo, al reclamar los derechos sucesorios los Borbón franceses y los Austria del imperio Austro-Húngaro, la guerra de Sucesión (1700-1714) fue inevitable, recayendo al final la corona en poder de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, el rey Sol. Pero el otro aspirante, el archiduque Carlos de Austria, y sus coaligados (holandeses, ingleses y portugueses), no quedaron con las manos vacías, repartiéndose un buen botín a costa de los intereses franceses y españoles, tras el célebre y recurrente tratado de Utrecht (julio de 1713), aquel que, entre otros acuerdos, determinó que Gibraltar pasase a Inglaterra.

Los llerenenses de la época fueron mudos y sufridos testigos de los hechos relacionados, alineándose con los intereses del Borbón sin que para ello fuesen consultados; simplemente siguieron las disposiciones de las autoridades del partido, que a su vez quedaron condicionada por las del Consejo de Castilla. Así, durante el cabildo celebrado el 3 de marzo de 1701 (AMLL, Sec. AA.CC., lib. de 1701, fol. 33 vto., fotograma número 70 de la edición digital) don Diego Gaspar Daza Maldonado, el gobernador de turno, sin ninguna duda o reserva, comunicó oficialmente la noticia de la llegada de Felipe V a España, nominándole como “Ntro. Rey y Sr. natural”. Acto seguido, el cabildo tomó el acuerdo de celebrar la noticia con repiques de campanas, animando al vecindario, como sus más fieles y leales vasallos, a poner luminarias y luces en calles y ventanas durante la noche de los siguientes días.

Un año después (ídem, sesión del 3 de febrero de 1702, fol. 160 vto., fot. 14) confirmando ahora la incuestionable adhesión de Llerena a la causa borbónica, el cabildo colaboró pecuniariamente en la boda del monarca aportando 215.228 mrs. de los 150.000.000 que mediante Real Provisión pidió Felipe V al reino para sufragar los gastos de su casamiento con María Luisa de Saboya. En realidad, la petición del monarca iba dirigida a todo el reino, entre ellos los pueblos del partido de la gobernación de Llerena, cuyo gobernador distribuyó el montante asignado al partido entre los pueblos de su jurisdicción, según la relación que sigue: La ciudad de Llerena, 215.228 mrs.; la villa de las Casas de Reyna, 15.271; la del Arrabal (de Reyna), 18.638; Trassierra, 18.787; Fuente del Arco, 26.807; Guadalcanal, 109.096; Valverde, 25.270; Ayllones, 34.169; Verlanga, 60.537; Azuaga, 120.434; Granxa, 50.539; Campillo, 43.727; Retamal, 25.544; Oliba, 41.750; Palomas, 21.974; Puebla de la Reyna, 21.424; Hornachos, 115.799; Llera, 24.060; Valencia de las Torres, 48.671; Vienvenida, 38.347; Calzadilla, 45.923; y Fuente de Cantos, 83.444 (A. M. Guadalcanal, Sec. AA.CC., leg. 132, lib. de 1702).


                                                                
En cualquier caso, esta ayuda, ya institucionalizada en otros casamientos por anteriores monarcas, resultaba poco gravosa comparada con el esfuerzo en personas, avituallamientos y dinero que supuso la guerra para mantener a Felipe V en el trono, monarca que, por otra parte, era nieto de Luis XIV de Francia, el rey Sol, encarnecido enemigo y auténtico depredador de los intereses de la monarquía hispánica durante el último tercio del XVII. En efecto, nada más iniciada la guerra, desde instancias militares se ordenó la formación en el partido de una compañía de soldados de caballería, a la que colaboró Llerena aportando 40 soldados pagados, vestidos y pertrechados adecuadamente, manteniéndolos en esta situación hasta el final de la contienda en 1714. Al margen de este esfuerzo, numerosos vecinos de Llerena partieron hacia Jerez de los Caballeros a reconstruir sus murallas, desbastadas en 1707 por los portugueses afines al archiduque Carlos, circunstancia que, por otra parte, sirvió de aviso a los oficiales concejiles de Llerena, que tomaron la precaución de reparar las murallas de la ciudad ante la eventualidad de un ataque desde Portugal por parte de la coalición anglo-holandesa-portuguesa, afín a los intereses del archiduque Carlos (ídem, lib. de 1706, fot. 167).

En plena guerra, de la que no tenemos noticias que afectara directamente a Llerena más allá de la aportación de bienes humanos y materiales descritos, en 1707 nació el primer vástago varón de la nueva dinastía. El hecho no pasó desapercibido en el contexto nacional pues, precisamente, la guerra en la que nos encontrábamos involucrados derivaba de la ausencia de descendencia del anterior monarca, Carlos II. Por esta circunstancia, la noticia “sobre el preñado de la Reyna, Ntra. Sra.” (María Luisa de Saboya) se celebró efusivamente en Llerena, siguiendo directrices de la presidencia del Consejo de Castilla. Así, en la sesión capitular de 10 de febrero de 1707 (ídem, fol. 168 vto., fot. 37), el cabildo concejil acordó invitar al clero local para rogar a Dios por intercesión de su divina Madre, Santa María de la Granada, en pro del feliz desenlace del embarazo de la reina, aparte de festejar la noticia con repiques de campana y manifestaciones populares de alegría en forma de luminarias.

El 25 de agosto inmediato, la reina dio a luz a un varón, al que bautizaron como Luis. La noticia sobre el feliz parto llegó a Llerena mediante carta-orden del comisario general del ejército de Extremadura, mandando al cabildo concejil que “la ziudad se regocige y zelebre como el más venturoso consuelo de la monarquía”, como así fue acordado en el cabildo celebrado el 30 de agosto inmediato (ídem, fot. 132), invitando los capitulares en este regocijo al obispo-prior y al resto del clero local a participar en la misa cantada de acción de gracias, el Te Deum y el Laudamus anunciado para el día siguiente, aparte de festejarlo con repiques de campanas, luminarias y fuegos durante tres noches seguidas, animadas con máscaras y mojigangas. Igualmente, con la finalidad de darle mayor realce, anunciaron una corrida de toros para el 7 de septiembre inmediato, en la que se lidiarían 8 toros, librando para tal efecto, aparte los gastos precisos (barreras, contratos de lidiadores, etc., de los que no hicieron mención) 1.300 reales para el convite de autoridades.

Felipe V, que reinó algo más de 45 años, era de naturaleza melancólica y depresiva. Probablemente, este carácter sería el que le animó a abdicar el 6 de enero de 1724 en favor de su primogénito, el entonces jovencísimo (17 años) príncipe Luis, que pasó a reinar bajo el nombre de Luis I de España. Naturalmente, la noticia de la abdicación de Felipe V tuvo eco en Llerena, ciudad cabecera de un extenso partido. En efecto, en la sesión capitular correspondiente al 23 de febrero del citado año (ídem, fot. 17), tomó la palabra el gobernador para notificar oficialmente la abdicación de rey en su hijo, acordando el cabildo celebrar el domingo 5 de marzo siguiente una misa cantada a modo de rogativa por el feliz reinado de Luis I, festejándolo con tres noches de luminarias, repiques de campanas y de reloj. Igualmente, acordaron hacer partícipe a las comunidades de eclesiásticos de la ciudad, a los religiosos y, por supuesto, al Santo Tribunal, mandando las correspondientes embajadas de invitación y liberando para tales festejos 2.000 reales. Más adelante, reconociendo lo escueto de las celebraciones, en el cabildo del 6 de marzo inmediato (ídem, fot. 23) acordaron festejar la entronización de Luis I con fiestas de toros, mojigangas y otros festejos.


                                                                            Luis I
Sin embargo, pocos meses después, concretamente el 31 de agosto siguiente, falleció Luis I a causa de la viruela. Por ello,  el 15 de septiembre, durante la celebración de una sesión capitular (ídem, fot. 91), los oficiales concejiles acordaron celebrar las correspondientes honras fúnebres, siguiendo los usos y costumbres. Para ello, con el protocolo estipulado, se mandó recado de invitación a las distintas comunidades de religiosos y al Tribunal, además de convenir los lutos correspondientes, para lo cual, y con cargo a las arcas concejiles, se asignaron 6 varas de paño fino negro de Segovia al gobernador y otras tantas para el alcalde mayor, el alguacil mayor, el contador y escribanos, así como para cada uno de los 13 regidores perpetuos en ejercicicio. Igualmente, se asignaron 3 varas de la misma calidad al fiscal, 7 varas de bayeta para el capellán y 3 de paño negro de Cabeza del Buey para los porteros.


Tras la muerte de Luis I, se vio forzado Felipe V a asumir nuevamente la corona de la monarquía hispánica, llevándola como pudo hasta su muerte en 1746. Le sucedió el cuarto hijo varón habido en su primer matrimonio, que reinó con el nombre de Fernando VI. A este último, que murió en 1759 sin descendencia, le sucedió su hermanastro Carlos III, el primogénito en el segundo matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio.

        Por lo demás, durante el reinado de Felipe V Llerena fue testigo de otros muchos asuntos importantes. En primer lugar, hemos de resaltar nuevamente su incuestionable adhesión a la causa borbónica y los sacrificios humanos y materiales empleados en su defensa durante la Guerra de Sucesión, que continuaron durante el resto del reinado de este monarca prestado que, a pesar de todo, mejoró con su política lo ya conocido del XVII.

En lo que se refiere a la administración municipal, persistían en la ciudad las circunstancias heredadas del XVII, con un cabildo concejil presidido por el gobernador provincial de turno y constituido por el poderoso e influyente regimiento perpetuo, que gobernaba el concejo siguiendo lo dispuesto en las Leyes Capitulares santiaguistas y las nuevas Ordenanzas Municipales sancionadas por Felipe V en 1708.

La hacienda concejil seguía fuertemente endeudada, con la totalidad de las tierras concejiles y arbitrios hipotecados o embargados.

En el ámbito artístico, destacar la construcción del Camarín de la Virgen a principios del XVIII, la inauguración en 1715 de la Iglesia de los jesuitas ubicada en la plazuela de los Ajos y el inicio de la construcción del cuerpo central de la actual parroquia de la Granada.

En el ámbito cultural, subrayamos la labor educativa del colegio de los jesuitas, entre cuyos alumnos más aventajados destacaría José de Hermosilla Sandoval y Roxas, nacido en Llerena, justamente hace 300 años.

Dentro del anecdotario, los llerenenses de la época fueron testigos del traslado de la corte desde Madrid a Sevilla, donde permaneció entre 1729 y 1733. Especialmente vivieron con expectación y cierta incomodidad el verano de 1730, cuando la familia real decidió veranear en la vecina localidad de Cazalla de la Sierra. De esta circunstancia han quedado puntuales noticias en las actas capitulares de Azuaga, Guadalcanal, Llerena y otros pueblos de su partido histórico.

En efecto, a primero de junio de 1730, Felipe V tomó la decisión de pasar el verano inmediato en la villa de Cazalla de la Sierra. La intención del monarca, seguramente en horas bajas de su crónica melancolía, sería la de disfrutar del extraordinario clima veraniego de Cazalla y de sus famosos cazaderos. Inmediatamente, por orden de don José Patiño, el cortesano más influyente de entonces, se tomaron las medidas precisas para que la villa acogiese con la mayor comodidad posible al monarca, a su familia y al numeroso séquito que le acompañaba.


El fuentearqueño Francisco Manuel Bueno Pablos, en la Revista la Jayona, edición del verano de 2010, nos proporciona la mejor referencia que hemos localizado sobre la estancia de Felipe V y su corte en Cazalla, recogiendo la información textual que uno de los curas parroquianos tuvo a bien dejar recogida esta información en el Libro de Bautismo del año en curso (A.P. de Cazalla de la Sierra, libro 23, folio 38):

 En trece días del mes de junio de 1730 años, día del señor San Antonio de Padua, a prima noche, entraron en la villa de Cazalla nuestro Señor Rey Don Felipe V y la Reyna nuestra señora Doña Isabel Farnesio, Dios guarde; el Príncipe Don Fernando y la Princesa Infanta de Portugal, su mujer, con los señores Infantes don Carlos, don Felipe y don Luis; las Sras. Infantas doña María Teresa y doña María Fernanda, con todo su familiar. Los Reyes se aposentaron en las casas de don Pedro Forero de Guzmán, frente a la fuente del Concejo; el Príncipe y Princesa, en las casas de don Tomas de Guzmán, calle de Judería; el Infantes don Carlos, en las casas de doña Felipa Forero, calle de Mesones; don Felipe, en las casas de don Álvaro Valero, frente a la Caridad; don Luis, en las casas de don Carlos de Vera, en la calleja de don Juan Segura; la Infanta doña María Teresa, en las casas de don Pedro Forero, en la calle que va de la plaza a San Agustín; la Infanta doña María Fernanda, en las casas de las Ánimas, calle de Parras; el señor Cardenal y Patriarca Borja, en las casas de don Francisco Martín Miguel Tirado, calle de Parras…

Continúa la crónica del párroco, refiriendo el día a día de la familia real, centrado en paseos, rezos y cacerías:

Los Reyes, todos los días, excepto el que entraron y se marcharon, salieron a cazar a diferentes parajes cercanos a esta villa y a otros términos donde la caza es abundante (…) El Príncipe (Fernando) y la Princesa vinieron todas las tardes a la iglesia, hacían oración al Santísimo y luego salían al corral de la misma, en donde tenía el Príncipe sus escopetas, y se entretenía en matar aviones. Y la Princesa, sentada en su silla y estrado, haciendo cordón y borlitas de seda, puesto el sol, el Príncipe montaba a caballo y salía a tirar codornices y la Princesa se iba en el coche a la fuente del Moro, y allí se apeaba y paseaba toda la vega…


La estancia de la corte en la villa de Cazalla no pasó desapercibida entre los naturales del partido de Llerena. En efecto, también por iniciativa de don José Patiño se le hizo llegar al gobernador de Llerena una carta-orden con la noticia (AMLL., Sec. AA.CC., lib de 1730, fot. 54, 59, 66, 69, 86 y 99), mandando que la ciudad de Llerena y villas de su partido debían enviar a la corte y villa de Cazalla cuatrocientos hombres con azadas y demás pertrechos (picos,  calabozos, escobas, espuestas…) para trazar y allanar los caminos de los cazaderos destinados al recreo de S.M. En sucesivas misivas (recogidas indistintamente en los libros de actas capitulares de Azuaga, Guadalcanal y Llerena…) se insistía en esta misma cuestión, recabando igualmente la presencia de albañiles y picapedreros, además de recomendar a los concejos del partido que pagasen los jornales con cargo a los impuestos o servicios reales (rentas provinciales) pendientes.

Desconocemos el número de personas que formaban el séquito de Felipe V en Cazalla. Las crónicas de la época estiman que cuando abandonaron Madrid en 1729, camino de Badajoz para celebrar la boda del príncipe de Asturias (después Fernando VI) con Bárbara de Braganza, estaba constituido por más de 600 personas, que se trasladaban ocupando 85 coches, unas 400 calesas, 750 caballos y centenares de mulas. Por ello, no resulta extraño el contenido de la carta-orden recibida por los alcaldes de Azuaga (AMA., Sec. AA.CC., lib. de 1730, sesión del 14 de junio, fot. 24 y ss.), en la que se le comunicaba que debía suministrar a la corte instalada en Cazalla 100 fanegas de cebada y 200 @ de paja diariamente, aparte de gallinas, pollos, pavos, huevos, jamones, tocino, cecina y demás víveres, orden que obligó a los oficiales concejiles a registrar las casas de los vecinos para requisar los víveres reclamados.

La corte estuvo en Cazalla hasta el 20 de agosto, retornando a Sevilla. Antes de su partida, Felipe V dio las órdenes precisas para resarcir económicamente a los trabajadores de los pueblos del partido de Llerena que prepararon y allanaron los caminos de los cazaderos. Cotejando los datos de los ingenieros con los que estaban en poder de los concejo, llegaron al consenso de determinar que entre el 10 y el 17 de junio, ambos inclusive, trabajaron 200 jornaleros de Azuaga, otros 200 de Guadalcanal, 68 de Llerena, 15 de Valverde, 15 de Ayllones, 4 de Trassiera, 4 de Reyna, 4 de las Casas, 5 de Fuente del Arco, 10 de Villagarcía, 10 de Usagre, 20 de Bienvenida, 15 de Montemolin y 30 de Berlanga. En total, 600 personas distintas  y 4.800 jornales (AMG, leg. 4, lib. de 1730).


Como las labores de apertura y allanamientos de camino continuaron entre el 19 de junio y el 21 de Julio, ambos inclusive, también se consensuó la siguiente relación:

Concejos
Trabajadores
días
Llerena
30
28
Azuaga
25
28
Valverde
15
29
Ayllones
20
28
Trasierra
10
28
Reyna
8
28
Las Casas
8
28
Villagarcía
10
28
Usagre
10
28
Bienvenida
15
28
Montemolin
16
15
Berlanga
30
22
Los Santos
30
28
Puebla de S. P.
10
28
Rivera
24
28
Hinojosa
6
28
Medina de las T.
15
28
Puebla del M.
30
28
Palomas
10
28
Granxa
10
28
Campillo
10
28
Retamal
4
28
Valencia de las T.
10
28
Puebla de la R.
6
28
La Oliba
10
28

 

 

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